lunes, 10 de noviembre de 2008

MAÑANA CUANDO ME VAYA PIENSA EN MÍ

Mañana cuando me vaya lejos, de tu pecho y de tus regazos,
desechando tristes pantalones y piadosas camisas; cuando estés frente a seductoras
hogueras, escuchando otras voces y barriendo recierdos con tu mirada;
cuando todo se haya terminado al comenzar la batalla, ¡querida mía, piensa en mí!
Todavía estaré esperándote, como el primer día de mi precaria ilusión, en frías mañanas de invierno, ¡piensa en mí querida mí!.
Cuando beses mis suspiros en otras caricias de leves paredes, ¡piensa en mí querida mía!. No temas la lóbrega noche de Egipto, junto a las pirámides, allí estaré, mirándote, desnudo y enamorado, murmurando otros oídos, sembrando trasnochados e ilusos corazones; pequeña ingrata, recuerda que siempre te amaré a orillas de la herida impasible que disimula moribundas voces.
Cuando al final del camino, al fin podrás acostarte, lleva entre tu suelta cabellera mi cálido amor bañado de lágrimas. Es tiempo de morir en casas deshabitadas, de amores nunca correspondidos.
Meciendo plegarias de bosques y remiendos, dormiré en tu tierno lecho de arenas perfumadas. ¡Amada mía pensa en mí!.
Cuando abreviadas despedidas recogen tu llanto, abrázame entre las almohadas, y bajando tu mirada ámame como nunca, acariciando las atestadas calles de Ginebra, recordarás los pasos generosos de mis besos, que desaparecieron ligeros al salvar el sórdido atlántico de sueños y huesos. ¡Querida mía piensa en mí!
Al despertar de tus largos paseos, bajo esta noche sigilosa y distraída, peinando sus tristezas en medio de océanos y breves risas de excitadas estrellas, ¡amada mía piensa en mí!. Piensa en nuestros lechos de jardines, Piensa en nuestros solitarios paseos, en nuestras inacabables desdichas. ¡Amada mía piensa en mí!.